jueves, 31 de mayo de 2007

Valiente artículo de Carlos Bastos

Valiente artículo de Carlos Bastos

Muy probablemente, cuando les llegue este mensaje, la mayoría de mis lectores ya habrá visto la nota de tapa de La Nación firmada por Carlos Bastos. Por si no lo han hecho les envío el link.

Muchos dirigentes políticos de la oposición han hablado de la crisis energética. Pero , lamentablemente, ninguno dice que la solución comienza con un inevitable tarifazo. No lo hacen porque tienen miedo de perder votos. Afortunadamente, todavía quedan profesionales valientes, de reconocida capacidad y trayectoria, que se animan a decir verdades. Aunque duelan y no preanuncien tiempos mejores. Mal que les pese a los políticos en campaña, "la verdad es la única realidad".

martes, 29 de mayo de 2007

Phelps en Argentina…Ojala le presten atención

Phelps en Argentina…Ojala le presten atención

La visita de Edmund Phels a Buenos Aires no podría haber sido más oportuna. Su discurso, en la Universidad de Buenos Aires, fue muy apropiado para nuestro país. Vale la pena leer la muy buena crónica de La Nación. Se lo recomiendo a todos mis lectores. Que lo aprovechen!

domingo, 20 de mayo de 2007

Anteojeras ideológicas que engendran desabastecimiento y corrupción

Anteojeras ideológicas que engendran desabastecimiento y corrupción

Kirchner y De Vido, son dos de los hombres públicos a los que aprecié por su pragmatismo y sentido común mientras interactué con ellos como Ministro de dos gobiernos nacionales, hasta diciembre de 2001.

Pero me alarma ver cómo se están enredando de una forma muy peligrosa en las redes del desabastecimiento y la corrupción, a pesar de las condiciones externas, extraordinariamente favorables, que enmarcan su gobierno. Y a pesar de que fueron testigos y actores de una década de éxitos y fracasos, de la que deberían haber aprendido mucho. Me refiero, sin dudas, a la década del 90.

Estoy absolutamente convencido, que el origen de este enredo está en la falta de escrúpulos con la que decidieron utilizar, por oportunismo político, anteojeras ideológicas ajenas, prestadas por izquierdistas anacrónicos, que además de no saber interpretar nuestra realidad, tienen un supino desconocimiento de lo que está aconteciendo en el mundo.

Estas anteojeras tienen el efecto de transformar en negativo todo lo bueno de las reformas económicas y de la política exterior de la Argentina de los 90, confundiendo el verdadero origen de la dolorosa crisis que se inició en el segundo semestre de 1998 y tuvo su punto culminante en 2002.

Son tan engañosas estas anteojeras, que están llevando a Kirchner y a De Vido a perseverar de una manera infantil en los errores de los 90s, al mismo tiempo que revierten los que fueron indudables aciertos de aquella época. Con ello sólo consiguen acentuar los problemas que nunca fueron solucionados y recrear los problemas que habían sido exitosamente superados.

Por supuesto que contribuyen a este engaño, las favorables circunstancias externas que acompañan a la gestión del Gobierno, y que han permitido logros en materia económica, que el Presidente, en una peligrosa actitud autocomplaciente, prefiere atribuir a sus supuestos aciertos, cuando en realidad le están permitiendo perseverar en errores que tendrán un enorme costo futuro.

Podría ejemplificar esta afirmación con referencias a la inflación, la inseguridad, las jubilaciones, la atención de la salud, la educación, el transporte urbano, la desocupación y la pobreza extrema. Pero hoy me referiré exclusivamente al caso de la energía, que es sumamente ilustrativo y cuyos síntomas de crisis están en la tapa de todos los diarios.

Hasta fines de 2001, el abastecimiento energético era no sólo abundante sino también barato en comparación con el resto del mundo. Además nos habíamos transformado en exportadores de energía, de gas a Chile y Uruguay y de electricidad a Brasil, lo que nos daba autoridad para promover un esquema integrador regional, basado en reglas de mercado como el que existe en la Unión Europea.

En aquel momento, estábamos incluso avanzados en comparación con la misma experiencia Europea y, ciertamente, con respecto a los Estados Unidos de América, que observaba nuestras reformas en la búsqueda de soluciones a las crisis eléctricas de California y otros estados, en los que el proceso de desregulación había sido parcial y desequilibrado. Pruebas de esta afirmación se encuentran en abundancia releyendo los discursos de quienes hablaron en el Congreso Mundial de la Energía, realizado precisamente en Buenos Aires, en el año 2001. Por entonces, La reforma del sector de la energía en Argentina era considerada un caso ejemplar por todos los expertos del mundo que la habían estudiado.

El fluido abastecimiento de combustibles, gas y electricidad a precios competitivos se había logrado en pocos años, a pesar de la crisis energética extrema en la que había terminado la década del 80, con cortes de electricidad de varias horas al día y con importación de combustibles y gas natural, a pesar de las reservas inexploradas que había en el país.

La clave de este exitoso desarrollo energético fue el proceso de privatización, hecho con marcos regulatorios aprobados por ley, entes reguladores integrados por personal técnico seleccionado por concurso y bien remunerados.

En ese marco, el Estado no sólo obtuvo ingresos de capital por casi 15 mil millones de dólares, sino que Argentina consiguió que el sector privado invirtiera en exploración y explotación del petróleo y el gas natural, en generación de energía eléctrica, en potenciación y ampliación de redes de transporte de todo tipo de energía y en el mejoramiento y la ampliación de las redes de distribución de gas y electricidad. Estas inversiones superaron los 20 mil millones de dólares durante la década.

Kirchner y De Vido no son responsables de la desarticulación inicial de este exitoso marco normativo, porque ella se produjo a partir de Enero de 2002, cuando Duhalde y sus colaboradores decidieron congelar las tarifas de los servicios energéticos al nivel que tenían, en pesos, antes de la devaluación. Esto, que en los términos de Lavagna, permitió que la devaluación real fuera “exitosa”, es decir, que no se trasladara totalmente a los precios y salarios internos, fue letal para el funcionamiento del sector energético.

A partir de ese momento, los precios y las tarifas percibidos por los productores de energía sólo les permitieron cubrir, en el mejor de los casos, los costos de operación, pero le impidieron recuperar la inversión de capital. Como consecuencia lógica, la inversión nueva, por parte del sector privado, prácticamente desapareció. En la práctica se creó un subsidio escondido a los usuarios finales de energía, del orden de los dos tercios del valor de toda la energía producida en el país, que se financió con la virtual expropiación del capital privado invertido en el sector durante la década de los 90.

Como era de esperar, con semejante subsidio, la demanda de energía creció a ritmo muy rápido, pero la capacidad de producción, inicialmente elevada, gracias a aquella inversión de los 90s, se estancó. A poco de andar, comenzaron los desequilibrios entre demanda y oferta, que primero se ajustaron reduciendo las exportaciones de gas a Chile, aumentando las importaciones de gas de Bolivia y de fuel oil de Venezuela, y que ahora ya se han transformado en inseguridad y baja calidad del abastecimiento energético interno.

A partir de 2003, Kirchner y De Vido, usando ya las anteojeras ideológicas que los llevan a una lectura totalmente equivocada de los acontecimientos económicos de los 90s, decidieron encarar el problema de la incipiente crisis energética a través de la estatización de la nueva inversión en el sector. De esta forma se enredaron peligrosamente en las redes del desabastecimiento y la corrupción.

Anunciaron planes energéticos ineficientes, que, para colmo nunca podrán implementar, porque serán obstaculizados por incontables acusaciones de corrupción. Los planes son ineficientes porque desde 2001, a causa del desmantelamiento y politización de los entes reguladores, el Estado Argentino no cuenta ni siquiera con los equipos técnicos necesarios para controlar la operación del sector privado, mucho menos para planificar adecuadamente la expansión del sistema.

Como ya había ocurrido en la década de los 80, aparecieron iniciativas que sólo interesan a los posibles proveedores y contratistas, por los negocios que pueden llegar a realizar, pero que de ninguna manera son respuestas eficientes al déficit de servicios energéticos. Además, sacaron la responsabilidad y el financiamiento de esta nueva inversión, del ámbito de los concesionarios privados y lo trasladaron al de los fondos fiduciarios administrados por el Banco de la Nación, conforme a instrucciones impartidas desde el Gobierno.

Este sistema por su falta de transparencia, torna creíbles las numerosas sospechas de corrupción, que nacen no sólo de las facturas truchas descubiertas por la AFIP, sino de la simple comparación del costo actual de las obras, en comparación con las que decidió y financió el sector privado durante la década de los 90. Estas denuncias paralizarán la ejecución de las obras, como ya se está insinuando. De esta forma, los planes de inversión, además de ineficientes, se transformarán en inconclusos.

Es asombroso que Kirchner y De Vido, con toda la experiencia de la década de los 90, no se hayan dado cuenta que esto iba a ocurrir. Todas las acusaciones probadas de corrupción de los 90s se produjeron precisamente en los ámbitos como el Banco de la Nación, el PAMI y las empresas públicas antes de ser privatizadas, donde continuaron en vigencia los viejos sistemas de contratación del Estado, y se produjeron y descubrieron precisamente por los mismos mecanismos que ahora la AFIP ha detectado en el caso Skanka.

La inversión del sector privado que durante los 90s permitió una inédita expansión en la capacidad de producción de servicios energéticos, fue no sólo muy eficiente sino que no dio lugar ni siquiera a sospechas de corrupción, a pesar de toda la oposición ideológica de sectores de izquierda acostumbrados a hacer política a partir de acusaciones generalizadas de corrupción.

Es una tragedia para la Argentina, que Kirchner y De Vido, que tuvieron y tienen la experiencia de aciertos y errores de los 90 ante sus ojos, se priven de examinarla y aprender de ella, simplemente porque han decidido utilizar anteojeras ideológicas que les desfiguran la realidad.

Para colmo de males, la oposición que pretende desbancar a Kirchner y a De Vido, lejos de advertir sobre la inconveniencia de utilizar esas anteojeras, trata de convencer a la ciudadanía que el origen del problema no es el estatismo anacrónico con el que se pretende manejar el sector, sino la baja calidad moral de los funcionarios. Con este sistema de administración del sector energético, tendremos cortes de luz y escasez de gas aún cuando consiguiéramos que los funcionarios fueran ángeles del Cielo o verdaderos santos en la Tierra.

Los problemas de desabastecimiento se podrían resolver muy fácilmente, si el Gobierno y la oposición, advirtieran de una buena ves, que la ineficiencia y la corrupción no son el resultado de algunos malos funcionarios sino de las reglas de juego que enmarcan los sistemas de administración de los servicios que la gente necesita para vivir dignamente.

Hasta que esto no ocurra, las redes del desabastecimiento y la corrupción, destruirán por igual la s posibilidades de éxito, tanto del actual gobierno como de un eventual gobierno opositor.

miércoles, 16 de mayo de 2007

Los chinos conocen, y aplican, la teoría económica de los mercados competitivos

Los chinos conocen, y aplican, la teoría económica de los mercados competitivos

A pesar de la fuerte retórica proteccionista y condenatoria de las violaciones a los derechos de propiedad intelectual y las “manipulaciones monetarias” chinas en el Congreso de los Estados Unidos de América, la actitud de las autoridades chinas es de respeto y comprensión de los reclamos norteamericanos. Siempre están dispuestos a sentarse a discutir soluciones a los conflictos.

Los chinos son muy conservadores, en el sentido de que sólo cambian de políticas cuando se convencen que las anteriores están produciendo resultados negativos. Y cuando deciden cambios, los implementan con mucho gradualismo, ya sea en el espacio o en el tiempo.

Los chinos son conscientes que ellos son los grandes ganadores en la carrera hacia la economía global. Y lo son no sólo porque han logrado 30 años consecutivos de crecimiento del orden del 10 % anual y un impresionante mejoramiento en el nivel de vida de su creciente población urbana, sino porque hace ya años que estudiaron y entendieron el teorema de Stolper-Samuelson y de Rybczynski, que demuestran que el comercio de bienes, aún sin movilidad de la mano de obra, tiende a igualar la remuneración de los factores de la producción, en general, y de la mano de obra en particular.

Los chinos saben que su incorporación a la economía global de mercado, significa reducir drásticamente la relación Capital/Trabajo en el mundo, y ello trae como consecuencia ineludible, el aumento de la renta del capital y la disminución relativa de la retribución al trabajo. Por eso entienden que a pesar de que los capitalistas del mundo ven con ojos amistosos su presencia en la economía global, los gobiernos democráticos de occidente, muy comprometidos con el bienestar de sus trabajadores, no podrán evitar actuar con suspicacia, e incluso oposición, frente al progreso avasallante de China.

Los chinos conocen todos estos conflictos emergentes de su inserción en la economía mundial, porque el la década de los 70, cuando comenzaron a preparar su proceso de apertura económica, dejaron de estudiar en los libros de Marx sus críticas a la Economía Política, y se dedicaron a estudiar economía de mercado.

Cuando yo era un alumno en la Universidad de Harvard, hice un viaje a visitar a amigos que estudiaban en la Universidad de Chicago, y el fenómeno que más me llamó la atención fue ver una gran cantidad de chinos tomando los cursos de Theodore W Schultz, el legendario Premio Nobel por sus trabajos sobre Economía Agrícola.

No fue por casualidad que la reforma China comenzara en la agricultura y con dos medidas muy simples: la asignación de la tierra en “leasing” a cada agricultor, por un período largo de tiempo, y la autorización a los agricultores para vender el excedente de su producción en mercados libres, luego de haber cumplido con la cuota obligatoria que debían entregar al estado. Estas medidas surgían como sugerencias obvias de los cursos de Schultz para una economía como la China de los años 70 y fueron el puntapié inicial de las reformas económicas decididas por el Partido Comunista Chino en 1978.

Luego de aquel viaje a Chicago, comencé a advertir que en las carreras técnicas, tanto de Harvard como de MIT, las dos universidades en las que yo tomaba cursos, había también muchos estudiantes chinos como en décadas anteriores habían asistido muchos estudiantes japoneses y Coreanos.

Estos estudiantes chinos fueron en su momento de gran ayuda para Deng Xiao Ping, que estaba buscando el camino para mejorar la calidad de vida del Pueblo Chino. En mi reciente reciente viaje a ese país, la joven interprete que me acompañó en Shangai, “Estrellita” Yu, me comentó que la interpretación popular de la historia China desde la revolución de 1949 se resume en el slogan: ‘Mao levantó a los Chinos, Deng los enriqueció”.

Es gracias a su buena preparación en la teoría económica de los mercados competitivos que las autoridades chinas entienden los reclamos y las quejas de los gobiernos occidentales, comenzando por el de Estados Unidos de América. Ellos saben que la competencia China tiende a deprimir los salarios bajos y medios de las economías de Occidente, y que su afán por incorporar las tecnologías más avanzadas, muchas veces los lleva a cometer violaciones a los derechos de propiedad intelectual de quienes hicieron las investigaciones y los desarrollos originales.

En los próximos días el Secretario del Tesoro Americano Henry Paulson se reunirá a negociar con la Vicepremier China Wu Yi en Beijing. Yo conocí a Wu Yi, apodada la “Dama de Hierro de China”, cuando vino de visita a la Argentina como Ministra de Comercio siendo yo Ministro de Economía. Me consta que conoce tanto o más que el mismo Paulson de economía de mercado y de las consecuencias del proceso de globalización.

Estoy seguro que ante los reclamos del Secretario del Tesoro, la Dama de Hierro contra-argumentará que el déficit comercial americano es el vehículo a través del cual los Estados Unidos se benefician del aumento de la productividad china, porque permite mantener bajo los precios de muchos bienes y del propio índice de precios al consumidor de los Estados Unidos, a pesar del elevadísimo gasto de consumo de los norteamericanos.

Seguramente Wu Yi terminará haciendo algunas concesiones, porque los chinos están muy interesado en mantener muy buenas relaciones económicas y políticas con los Estados Unidos, pero antes le habrá explicado a Paulson, que esas concesiones perjudicarán a los Estados Unidos, porque privarán a sus consumidores de bienes baratos y de buena calidad y reducirá las posibilidades de tecnólogos, financistas e inversores norteamericanos en China.

En definitiva, Wu Yi le dirá a Paulson, lo mismo que los economistas profesionales de los propios Estados Unidos que entienden el funcionamiento y la lógica de los mercados libres y competitivos, vienen escribiendo en las revistas especializadas de occidente, sin tener ningún efecto sobre los políticos que dominan el Congreso Americano.

Es paradójico pero real. La buena economía está influyendo más sobre las decisiones políticas globales a través del entendimiento de ella alcanzado por las autoridades chinas, que a través de la inteligencia de los líderes norteamericanos.

El conocimiento de las autoridades políticas de los principios de la economía de mercado es otra de las claves del desarrollo económico del Este de Asia. Que valioso sería para países como Venezuela, Bolivia y Argentina que sus actuales gobernantes en lugar de sentir simpatía por el “Socialismo” de los Chinos, aprendieran, como ellos, la lógica de la economía capitalista.

martes, 15 de mayo de 2007

Los empresarios chinos apuestan más a la tecnología que a los salarios bajos

Los empresarios chinos apuestan más a la tecnología que a los salarios bajos

Los bienes que producen las empresas chinas no son de calidad inferior a los que producen las empresas europeas y norteamericanas y se elaboran con las mismas tecnologías que en los países avanzados.

Muchas veces los diseños, así como las maquinarias, se importan de aquellas regiones del mundo, y, al comienzo de una nueva actividad, los chinos también importan el “know-how” y el “managment”. Por esa razón han sido tan abiertos a la importación de bienes de capital y de tecnología, y han buscado afanosamente la entrada de multinacionales y empresas extranjeras a sus “zonas económicas especiales”.

Naturalmente, están muy preocupados por contar con muy buenos, ingenieros, administradores y tecnólogos propios, para que ellos puedan absorber muy rápidamente los conocimientos que traen los extranjeros.

Nunca razonan con la lógica de la “sustitución de importaciones” sino con la de la conquista de los mercados del exterior, por calidad, precio y, sobre todo, eficiencia. De esa forma se aseguran que el abastecimiento del mercado interno se hará con bienes de la misma calidad que las que consumen los habitantes de los países avanzados. En este sentido aplican la misma lógica que en materia de infraestructura: así como quieren tener las mejores autopistas, los puertos más eficientes y los aeropuertos más modernos, no condenan a la población a consumir bienes caros y de baja calidad, sino todo lo contrario.

El consumidor chino consigue los mismos productos que el consumidor europeo y americano, a precios más reducidos, porque el impresionante aumento de la producción les permite abastecer simultáneamente el mercado interno, a precios FOB, y los mercados del exterior, que además de pagar precios CIF, aplican derechos de importación no siempre bajos.

El régimen laboral es muy flexible y tienen oferta ilimitada de mano de obra no calificada, pero retribuyen muy bien a los trabajadores que se capacitan y adquieren habilidades diferenciadas. Esto explica el vertiginoso aumento de la clase media y el impresionante mejoramiento de la calidad de la vivienda y de los servicios urbanos. Si sólo se pagaran salarios muy bajos, nadie podría comprar los departamentos y pisos de más de 100 mil dólares que se construyen por millones.

Los chinos saben, por experiencia de sus vecinos, los japoneses, los coreanos, los taiwaneses, los malayos, los habitantes de Hong Kong y de Singapur, que cuando los salarios del personal poco capacitado suben, muchas industrias que requieren fundamentalmente ese tipo de mano de obra, se trasladan a otros países, como Vietnam, Laos y Camboya. Pero ellos tienen la gran ventaja de contar en las zonas menos desarrolladas del oeste, con una reserva de mano de obra con la que no contaron los países de menor población que la precedieron en el proceso de desarrollo.

A pesar de esta ventaja demográfica, como quieren mejorar el nivel de vida de la población, tratan de crear las mejores condiciones para la producción de bienes y de servicios que requiere mano de obra más calificada. De ahí el énfasis en la tecnología y la aspiración de contar con empresas que puedan competir de igual a igual con la de países más avanzados, como la de electrónica y comunicaciones.

En Shenzhen, ciudad nueva desarrollada en los últimos 30 años a pocos kilómetros de la frontera con Hong Kong, tuve oportunidad de visitar Huawei Technologies Co.,LTD, una empresa totalmente china, creada hace apenas 20 años que en 2006 vendió 11 mil millones de dólares, de los cuales 65 % fueron al mercado internacional. Actualmente presta servicios y vende equipos a 31 de los 50 operadores más importantes de telefonía en el mundo, incluidos British Telephone, Vodafone y Telefónica.

Cuenta con 62 mil empleados, de los cuales el 48 % está dedicado a la Investigación y Desarrollo. Tiene 8 casas centrales regionales y más de 100 oficinas de representación en el mundo. Cuenta además con 12 centros de investigación y desarrollo y 22 centros de entrenamiento regionales en otros tantos países. Ha solicitado aprobación de más de 19 mil patentes de las que ya les fueron aprobadas 2.742.

Tuve oportunidad de recorrer la planta industrial principal, el centro de datos y una modernísima planta de logística de Huawei. Vi muy poca gente haciendo trabajos físicos y muchos robots, pero había miles de personas sentados frente a computadoras, trabajando en investigación y desarrollo.

En síntesis, se equivocan quienes sostienen que el éxito competitivo de China en el mundo se explica por los salarios bajos. Yo estoy convencido que son mucho más importantes sus apuestas por la tecnología, el capitalhumano y la infraestructura. Es decir, por la eficiencia productiva.

Mientras viajaba por China, y tenía la oportunidad de constatar esta impactante realidad, me acordé de lo que hace muchos años me contó un empresario argentino excepcional: Don Fulvio Pagani, fundador de Arcor y de la Fundación Mediterránea. Cuando él tenía sólo 22 años, un grupo de amigos de mayor edad, le confió un pequeño capital para iniciar la fabricación de caramelos a escala industrial. El decidió gastar la mitad de ese capital en un viaje por los Estados Unidos de América y los países europeos para interiorizarse de la tecnología más avanzada en ese rubro. Ya de regreso, inició las actividades de Arcor, en Arroyito, con la misma estrategia que hoy vemos aplicada masivamente en China.

Es una lástima que las condiciones que durante los 90 tratamos de crear para permitir que Argentina se multipliquen los empresarios como Fulvio Pagani, estén siendo revertidas por la insistencia de volver a las protecciones absurdas de la etapa de la sustitución de importaciones, en lugar de hacer una apuesta decidida por la exportación de bienes producidos con las tecnologías más avanzadas.

Es sorprendente que no hayamos aprendido la lección, siendo que el fracaso del proteccionismo industrial en la Argentina fue tan evidente en la década del 80 y cuando hoy somos líderes en la exportación de soja y sus subproductos, precisamente por la apuesta tecnológica y de mejoramiento de la logística que hicimos en la década de los 90.

Además, por si faltaran evidencias, basta señalar que la única empresa verdaderamente global de la Argentina, Techint, que como Arcor siempre apostó por la tecnología y el capital humano, pudo desarrollar todo su potencial gracias a las privatizaciones y a la modernización económica de la década de los 90s.

La experiencia del Este de Asia nos enseña que son la tecnología y el capital humano, no los salarios bajos, lo que hace competitivas a las naciones. Esta es otra de las claves del desarrollo económico que creíamos haber aprendido en base a nuestra propia experiencia, pero que estamos olvidando en una suerte de temprana senilidad.



lunes, 14 de mayo de 2007

En China se invierte mucho en Infraestructura. En Argentina, muy poco...

En China se invierte mucho en Infraestructura. En Argentina, muy poco...

Lo primero que asombra cuando uno llega a Pekín es la dimensión y la calidad de su Aeropuerto y la eficiencia de los servicios de migraciones y de aduana. Saliendo del aeropuerto, uno ingresa a autopistas amplias y modernas, a las que en los últimos años se las ha rodeado de árboles y parques muy cuidados, algo que no había observado en mis viajes anteriores. El traslado dentro de la ciudad de Pekín es más rápido que en otras grandes capitales del mundo, porque además de tener avenidas muy anchas, cuenta con cinco anillos de circunvalación que permiten una interconexión muy eficiente en todos los sentidos.

En Shangai, además de observar el mismo fenómeno en materia de aeropuertos y autopistas, pude advertir también el avance en infraestructura y servicios portuarios. Shangai cuenta con un puerto que no tiene nada que envidiarle a los puertos de Singapur y Hong Kong, otrora incomparables en materia de tamaño y eficiencia a cualquier otro puerto del Este Asiático. Pero no sólo Shangai, sino también Guanzhou es un puerto que se cuenta entre los más grandes y eficientes del mundo.

En la reunión del Grupo de los 30 en Hangzhou, tuve oportunidad de escuchar una excelente presentación del Profesor Yingyi Qian de la Tsinghua University, que mostró los dos cuadros impresionantes que acompañan a este artículo. El primero reporta la inversión en infraestructura, que llega a casi 14 % del PBI. El segundo presenta el Plan Nacional de Autopistas de China, cuyas cifras son impactantes.


En 1988 China contaba con sólo 147 kilómetros de autopistas. En 2005 ya alcanzaba 41 mil kilómetros y tienen planeados completar 85,000 kilómetros en los próximos cinco años. Para entender lo que esto significa vale la pena señalar que el admirable plan Frderal de Autopistas de los Estados Unidos de América abarca 65,000 kilómetros y comenzó a construirse en 1956. China ha avanzado a una velocidad tres veces más rápido que los Estados Unidos!


También es muy fuerte la inversión en generación, transmisión y distribución de electricidad y de gas natural, de agua potable y de telecomunicaciones. Todo esto como un proceso ininterrumpido que comenzó a principios de los ochenta y que se proyecta con fuerza hacia las próximas dos décadas.

Este impresionante desarrollo de los servicios de infraestructura es otro fuerte contraste con América Latina en general y con Argentina en particular. En el caso de nuestro país, pese a que en la década de los 90 se demostró que es posible modernizar la infraestructura a ritmo acelerado, siempre y cuando se cree un clima favorable a la inversión de mediano y largo plazo, y pese a que hay especialistas, como el Doctor Guillermo Laura, que vienen formulando planes creativos desde larga data, hace ya más de 5 años que lejos de avanzarse se retrocede. El sector privado ha dejado de invertir, al violar el Estado todos los contratos de concesión, y el Estado, pese a todos los anuncios en contrario, invierte poco y en forma muy deficiente.

Resulta triste constatar que en esta segunda clave del progreso económico que permite identificar la experiencia del Este de Asia, también estemos marchando a contramano de la historia de los pueblos que progresan.

domingo, 13 de mayo de 2007

En el Este de Asia nunca permitieron que la inflación redistribuya ingresos y riqueza

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Es un lugar común decir que en las naciones del Este de Asia la gente ahorra una proporción mucho mayor de sus ingresos que en las naciones de la América Latina. Esa diferencia se nota tanto en las estadísticas como en el ritmo de la acumulación de capital que cualquier visitante periódico de la región puede ver reflejado en el mejoramiento constante y acelerado de la infraestructura.

Pero no he visto destacar el cuidado que los hacedores de políticas económicas en el Este de Asia ponen en mantener a sus economías nacionales absolutamente libres de golpes inflacionarios. Y es gracias a estas precauciones que han conseguido que la población vea en el ahorro la mejor manera de asegurar su futuro, tanto en relación a las previsiones por la vejez como al estudio de los hijos y el cuidado de la salud.

Esta es, sin dudas, la mayor diferencia entre el Este de Asia y la América Latina en materia de manejo de las respectivas economías nacionales.

La mayor parte de los países de América Latina sufrieron por décadas fenómenos inflacionarios, caracterizados por frecuentes y sucesivos golpes devaluatorios de la moneda, no acompañados por rigor monetario, que produjeron redistribuciones de ingresos y riqueza injustos e ineficientes. La menor tasa de ahorro de los latinoamericanos no es un rasgo cultural original, sino la consecuencia del desaliento al ahorro que provocaron los frecuentes episodios inflacionarios y la mala educación económica popular que se deriva de la inflación.

Para ejemplificar esta notable diferencia de las políticas económicas, basta comparar las discusiones sobre regímenes cambiarios y políticas monetarias. En general, los países del Este Asiático han preferido sistemas de cambio fijo, particularmente en las primeras etapas de su organización monetaria, y, cuando comenzaron a hacer política monetaria nacional a partir de una mayor flexibilidad cambiaria, lo hicieron no para devaluar sus monedas sino para permitir que éstas se apreciaran.

La apreciación de las monedas asiáticas fue el mecanismo con el que evitaron fenómenos de inflación importada y permitieron que el aumento de la productividad asociada al proceso de inversión llegara como beneficio a toda la población.

Esto es exactamente lo contrario a lo que se ha hecho frecuentemente en Argentina. Hasta fines de los 80s, cada vez que se abandonó el tipo de cambio fijo para permitir políticas monetarias nacionales, se provocó una fuerte devaluación con terribles consecuencias regresivas en materia de redistribución de ingresos y riquezas. Para colmo de males, a partir de 2004, los que deciden las políticas económicas se han comprometido a evitar cualquier tendencia a la apreciación de la moneda nacional, con lo que se preanuncia que la política cambiaria será inexorablemente inflacionaria. El contraste con las economías del Este de Asia no podría ser mayor.

Lamentablemente están tan equivocados quienes ahora deciden las políticas en Argentina, que en lugar de advertir que el “tipo de cambio real alto” que en las naciones del Este de Asia ayuda al crecimiento económico es la otra cara de la moneda de la alta tasa de ahorro de la población, en nuestro país pretenden mantener el “tipo de cambio real alto” a partir de medidas que, al provocar inflación, desalientan el ahorro e impiden la acumulación acelerada del capital. Precisamente todo lo contrario a lo que se necesita para apuntalar un proceso de crecimiento económico.

Por supuesto lo único que se consigue en la Argentina del presente es un “tipo de cambio real alto” que, lejos de ser la otra cara de la moneda de una alta tasa de ahorro, provoca una redistribución regresiva del ingreso, que en lugar de ayudar a crecer, genera tensiones sociales y, a la postre, termina desalentando el ahorro y la inversión.

Afortunadamente no toda la América Latina ha demostrado incapacidad para entender la sabiduría de la aversión inflacionaria del Este de Asia. Afortunadamente Chile, Perú, Colombia, Uruguay, México y Brasil parecen haber aprendido la lección y no han vuelto a utilizar políticas monetarias y cambiarias para redistribuir ingresos y riqueza por vía de la inflación. Lo lamentable es que Argentina, a pesar de la historia inflacionaria de cuatro décadas y la oportunidad reeducadora que significó la convertibilidad, haya vuelto a caer en el error de creer, como Alfonsín, que “un poco de inflación” ayuda a crecer.

sábado, 12 de mayo de 2007

En Asia se descubren las claves del desarrollo




Acabo de regresar de mi vigésimo viaje al Este Asiático. Fui invitado por el Banco Central de China para participar en la reunión del Grupo de los 30, que se realizó en Hangzhou entre el 26 y el 30 de abril. En la foto aparecemos algunos de los que participamos en esta reunión: de izquierda a derecha, Andrew Crockett, Jacob Frenkel, Guillermo Ortiz, Paul Volcker, Domingo Cavallo, Jacques de Larosiere, Martin Feldstein, Zhou Xiaochuan y Toyoo Gyohten.

Por mi parte, aproveché la oportunidad para volver a visitar, junto con mi esposa, Pekín, Shangai y Hong Kong, que ya conocíamos, y para conocer Macao, Shenzhen y la República de Vietnam, lugares en los que nunca habíamos estado antes. Salimos de Washington, en un vuelo directo a Pekín el 22 de abril y regresamos desde la misma ciudad el 10 de mayo.

El Este Asiático es una región que siempre me atrajo más que cualquier otra en el mundo. Mi primer viaje fue en 1980, oportunidad en la que con mi esposa visitamos Japón, China, Tailandia, Malasia, Singapur e Indonesia. Fue un viaje turístico, pero a su vez muy instructivo. Luego estuve no menos de 16 veces en Japón, 7 en China, 4 en Singapur y Malasia, tres en Tailandia y Taiwán y 1 en Filipinas. Siempre en misiones oficiales como Ministro de Relaciones Exteriores o Ministro de Economía, o invitado para dar conferencias.

Mi último viaje anterior a la región había sido en 2004, invitado por Robert Mundell y el China Reform Development Forum Committee para participar en el segundo Internacional Financial Forum, que se realizó en un impresionante centro de conferencias, Grand Epoch City, localizado a 70 kilómetros de Pekín. En esa oportunidad pude volver a recorrer por algunas horas la ciudad de Pekín, que no visitaba desde 1995, y me quedé con las ganas de hacer un viaje como el de 1980, con mi esposa y con suficiente tiempo como para volver a visitar varias ciudades y constatar el asombroso contraste con lo que habíamos conocido un cuarto de siglo antes.

Se ha escrito tanto sobre el impresionante progreso de China en los últimos 20 años y en las oportunidades y desafíos que su inserción en la economía global ofrece para el resto del mundo, que voy a evitar repetir descripciones y observaciones que seguramente mis lectores ya conocen. En sucesivas notas voy a comentar algunas observaciones muy personales que creo originales y que no he visto reflejadas habitualmente en los artículos sobre el desarrollo de China en particular y del Este Asiático en general.

En esta primera nota sólo comentaré algo que descubrí a través de la comparación que pude hacer gracias a tantos viajes. El progreso de China, a pesar de ser tan impresionante, no es un fenómeno inédito. Con todo el asombro que genera el crecimiento del Producto Bruto Interno ininterrumpido del orden del 10 % anual entre 1978 y 2006, vale la pena observar que Japón creció a un ritmo semejante entre 1950 y 1973, Taiwán entre 1958 y 1987 y Corea del Sur entre 1962 y 1990. Singapur y Hong Kong, crecieron a un ritmo aún mayor, pero más que naciones, son ciudades estado con características excepcionales. Es decir que China no es sino el episodio más reciente de un fenómeno de progreso económico que caracteriza a todo el Este Asiático.

Por eso estoy convencido que el Este Asiático es el lugar para buscar y encontrar las claves del Desarrollo Económico. India y el Sur de Asia, El Centro y el Este de Europa, Rusia y las ex naciones soviéticas, América Latina y Africa, deberán mirar al Este de Asia no sólo para descubrir las oportunidades y los desafíos que plantea la inserción de China en la economía global, sino también para descubrir las claves del desarrollo de sus respectivas economías nacionales.