domingo, 29 de abril de 2007

El Déficit futuro de los Fondos Fiduciarios: otro ejemplo de Miopía Fiscal

El Déficit futuro de los Fondos Fiduciarios: otro ejemplo de Miopía Fiscal


Desde que a las empresas prestadoras de servicios públicos dejaron de cobrar tarifas retributivas del capital invertido en los respectivos sistemas de prestación, el Gobierno ha tenido que hacerse cargo de la inversión necesaria para mantener y expandir la capacidad de prestación de servicios.

En teoría, la expansión de los servicios se financiaría con cargos específicos a los usuarios, a determinar en cada caso. Esos cargos, que el INDEC, de paso, podría no registrar como aumentos tarifarios, alimentarían los Fondos Fiduciarios, encargados de contratar las nuevas inversiones y de pagarles a los proveedores y constructores.

Hay varias razones para predecir que todos estos Fondos Fiduciarios entrarán en déficit a corto plazo.

En primer lugar el costo de las nuevas inversiones será más elevado que el que hubieran pagado las empresas prestadoras del servicio, porque cuando ellas debían financiar la inversión, se cuidaban muy bien de no pagar sobre costos, so pena de incurrir en pérdidas que el Estado no tenía porqué compensar. Esto ya se puede corroborar comparando los costos de las nuevas instalaciones para transmisión y generación eléctrica y para transporte de gas, con los que se pagaron en los 90s.

En segundo lugar, los cargos específicos sólo se aplican a los usuarios que son grandes consumidores industriales y comerciales. Esto significa que son el doble o el triple del nivel que tendrían si se aplicaran a todos los usuarios. Cuando los grandes consumidores calculan el nuevo costo del gas o de la electricidad, luego de sumar los cargos específicos para financiar las nuevas inversiones, encuentran que ahora pagan dos o tres veces el precio en dólares de la época de la convertibilidad.

Por supuesto, los reclamos de los industriales y comerciantes no tardan en plantearse, sobre todos en las actividades sujetas a controles de precios. El resultado es que el Gobierno dispone de rebajas en los cargos destinados a los Fondos Fiduciarios. Pero, ¿quién cubrirá el déficit sobreviviente de los Fondos Fiduciarios? Sin duda, los fondos tendrán que salir del Presupuesto Público.

En la década del 80, cuando toda la inversión en infraestructura y servicios públicos estaba estatizada y se pagan subsidios para cubrir pérdidas operativas en casi todos los servicios, el sobre-gasto presupuestario por este concepto llegó a ser del 10 % del Producto Bruto Interno. Tenía un nombre irónico en la clasificación funcional del gasto público: Desarrollo de la Economía.

Nos estamos moviendo en esa misma dirección sin que los economistas del Gobierno y muchos analistas macroeconómicos lo estén advirtiendo. Otro ejemplo dramático de Miopía Fiscal.

viernes, 27 de abril de 2007

Las cuentas del Sistema Previsional: un claro ejemplo de Miopía Fiscal

Las cuentas del Sistema Previsional: un claro ejemplo de Miopía Fiscal

Cada vez que leo un informe sobre la situación macroeconómica de Argentina, me convenzo más y más de que los economistas del gobierno y muchos analistas independientes, padecen de “Miopía Fiscal”. Basan sus análisis en el exámen del balance de caja de los últimos trimestres sin evaluar las consecuencias futuras de las decisiones del gobierno sobre los presupuestos públicos del futuro.

Lo que está ocurriendo con el Sistema Previsional es muy ilustrativo al respecto. Después de la pesificación y devaluación de 2002, el Sistema Previsional Público de reparto, comenzó a generar superávits de caja, por la simple razón de que la inflación post devaluación generó mayores ingresos para el sistema, sin que se reajustaran las prestaciones, a pesar de que las leyes en vigencia obligan a moverlas conforme al aumento de la recaudación.

Los ingresos del sistema aumentaron durante 2003 por el aumento de la recaudación del IVA, del Impuesto a las Ganancias y del Impuesto al Patrimonio, y, más recientemente, por el aumento de la recaudación de aportes patronales jubilatorios, asociados al mayor empleo y a los aumentos salariales.

Las prestaciones sólo aumentaron en la medida que estaban cerca de los niveles mínimos, mientras que aquellas superiores a 540 pesos mensuales, y, en particular, las superiores a 1.000 pesos mensuales, sólo lo hicieron en porcentajes mucho menores a la inflación y al aumento de la recaudación.

Recién para el año 2007 el Congreso Nacional dispuso un aumento del 13 %, cumpliendo con lo que dispone la Ley de Solidaridad Previsional. Pero tal como yo lo había advertido en varios artículos publicados tiempo atrás, La Justicia, a través de la Cámara Federal de la Seguridad Social, ha interpretado que esa movilidad corresponde sólo al año 2007 y no subsana la omisión de movilidad por los años 2003 al 2006, período en el que recomenzó la inflación y aumentaron los recursos del sistema.

Una vez que el dictamen de la Cámara Federal sea convalidado por la Corte Suprema de Justicia, el Gobierno tendrá que subsanar esa omisión hacia el futuro y compensar a los Jubilados y Pensionados por el retaceo de las prestaciones de al menos los últimos años no prescriptos. Ni el Gobierno, ni la mayoría de los analistas macroeconómicos de la Argentina están teniendo en cuenta esta enorme erogación que se está devengando para los próximos presupuestos.

Para colmo de males, el Gobierno ha creado un sistema de blanqueo previsional muy generoso para quienes adeudaban años de aportes, pero a costa de los recursos que corresponden a quienes vienen aportando regularmente. Por el momento, piensan maquillar las cuentas previsionales, contabilizando como ingresos los aportes del pasado y del presente, de los trabajadores que elijan volver al sistema de reparto desde su respectiva AFJP. Pero éste es otro engaño, porque las obligaciones futuras que se comprometen a favor de esos trabajadores, son muy superiores a los aportes pasados y futuros que vuelven al Sistema Previsional Público de reparto.

Se está generando una gravosa crisis fiscal, que podría haberse evitado si se cumplía con las provisiones de la Ley de Solidaridad Previsional y se usaban los recursos aumentados de la ANSSES para pagar la movilidad e las jubilaciones actuales. En ese caso, para cada nuevo subsidio que el gobierno decidiera otorgar, se deberían haber hecho las previsiones presupuestarias, asignando recursos de rentas generales, y no comprometiendo los recursos que, por la Constitución Nacional, deben garantizar el pago de prestaciones móviles a los Jubilados y Pensionados.

martes, 24 de abril de 2007

La capacidad productiva de la Argentina crece menos que en los 90

"La capacidad productiva de la Argentina crece menos que en los 90 "

Los defensores del denominado modelo “Productivo” sostienen que la economía Argentina ha crecido, desde 2003, más que en cualquier período anterior de nuestra historia. Si por crecimiento de la economía se entiende el crecimiento de la capacidad productiva, ello no es cierto.

Durante la década de los 90, la capacidad productiva creció a un ritmo mucho mayor que aquel al que está creciendo ahora. Basta repasar lo que ocurrió en los principales sectores de la economía.

El gran avance de la productividad agrícola que hoy permite tener cosechas record se produjo durante los noventa, entre otras cosas gracias a la eliminación de los impuestos distorsivos, que durante las décadas anteriores habían mantenido estancado al sector agropecuario. Si no fuera por los altos precios internacionales de la soja y de otros productos agropecuarios, hoy ese proceso de capitalización estaría nuevamente detenido, porque los impuestos distorsivos han vuelto a discriminar contra el sector agropecuario.

El aumento en la producción de energía, originado en una fuerte y eficiente inversión en petróleo, gas y electricidad, también se produjo durante los 90, gracias al proceso de privatización acompañado de reglas de juego que alentaron la inversión eficiente en exploración, extracción, generación, transporte y distribución de energía. Esta inversión ha desaparecido desde 2002, y si no fuera por la alta capacidad instalada heredada de la década anterior, hoy estaríamos asistiendo a una escasez de energía superior a la que se insinúa en el horizonte.

La modernización de los sistemas de comunicaciones y transportes, incluidos puertos y aeropuertos, también es resultado de las políticas de los 90s. Los congelamientos de tarifas y el esquema injusto e ineficiente de subsidios que se ha creado a partir de 2002, está llevando nuevamente a la desinversión y al atraso, especialmente en transporte urbano de pasajeros y transporte aéreo.

El equipamiento tecnológico en salud, educación y en los servicios en general también data de los 90. Desde la devaluación, ha sido prácticamente prohibitivo para los prestadores de servicios mantener el mismo nivel tecnológico al que habían accedido durante la convertibilidad.

En la industria manufacturera, especialmente en la industria automotriz y en la industria textil, la expansión reciente de la producción se ha dado gracias a la instalación de plantas con tecnología avanzada, instaladas durante los 90s.

En los únicos rubros en los que se notan más inversiones desde la devaluación, son el turismo, de indudables beneficios para el país y en la construcción, que ha revivido de una manera no tan beneficiosa. Lamentablemente no se está orientando hacia la creación de infraestructura eficiente ni a construcciones de viviendas para familias de clase media y baja, sino más bien a casas de fin de semana y a construcciones de lujo que se venden a inversores inmobiliarios, más que a usuarios finales.

Cuando la inflación creciente obligue a sincerar tarifas, precios, salarios y jubilaciones hoy atrasadas artificialmente, y la política monetaria deba endurecerse para evitar la espiralización de la inflación, va a quedar al desnudo la triste realidad: Los recursos extraordinarios que le cayeron al país como maná del cielo por la bonanza internacional, habrán sido despilfarrados en gastos superfluos y en inversiones costosas e ineficientes, sin que la primera década del siglo XXI haya aportado nada significativo a una expansión genuina de la capacidad productiva de la Argentina.

domingo, 22 de abril de 2007

Entrevista Diario Perfil

A continuacion transcribimos un resumen de la entrevista a Domingo Cavallo en el Diario Perfil. Para leer el articulo completo, haga click en el siguiente link:

http://www.diarioperfil.com.ar/edimp/0173/articulo.php?art=775&ed=0173

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REPORTAJE A DOMINGO CAVALLO
Por JORGE FONTEVECCHIA

Resumen de www.cavallo.com.ar

—¿Realmente cree que Kirchner llevará al país al “barro estag-flacionario” o Lavagna “a la hoguera de la hiperinflación” como escribió en cavallo.com?

—Sí. Ojalá que no, ojalá que finalmente entiendan bien los signos de la realidad y cambien las prescripciones que pregonan. Hay más posibilidades de que las cambie Kirchner a que las cambie Lavagna, porque veo a Lavagna ideológicamente equivocado. Cuando una persona está ideológicamente equivocada puede cometer los errores de los dogmáticos, mientras que Kirchner es un hombre pragmático. Tiene más probabilidades de darse cuenta de los errores Kirchner, pero se está enredando de una manera que le va a ser muy difícil evitar una estagflación cuando tenga que permitir todos los reajustes de la inflación reprimida. Para evitar que ella se espiralice tendrá que aplicar un parate monetario tan fuerte que va a provocar recesión. Si se diera cuenta y empezara a corregir los problemas de una manera gradual, debería dejar de predicar tanto el dólar alto de Lavagna y predicar la estabilidad de los precios, el mejoramiento de los empleos, los salarios y las condiciones de vida de la gente.

—Acusa a Lavagna de dogmático pero esa acusación le cabe también a Ud...

—¡No! Por favor. Primero, yo no creo que ni en economía ni en organizaciones sociales haya verdades absolutas, y mucho menos que las verdades absolutas sean respecto a si el cambio tiene que ser alto, fijo, bajo o flotante. Esos son aspectos puramente instrumentales que dependen de circunstancias. En lo que yo tengo ideas muy fijas es en que una economía debe tener reglas. La gran diferencia entre la economía actual y la de los 90, con todas sus imperfecciones, fue que uno sabía a qué atenerse y cuáles eran las reglas. Hoy no hay reglas. Justamente en el tema inflacionario, desde la pesificación no hay reglas monetarias: la Argentina no tiene moneda de valor estable. Y si no tiene esa regla, la puja distributiva se transforma en salvaje, que da como resultado una aceleración de la inflación. A mí me pueden decir que soy dogmático sólo en cuanto a que las instituciones económicas. son importantísimas.

—¿Continuará este ciclo de precios altos que beneficia a la Argentina?

—Muy probablemente sí, pero no van a continuar aumentando los precios de los commodities como en los últimos tres años. La sensación de mejoría vino por el aumento de precios y no del nivel de los precios, porque cuando un precio se mantiene alto, pero no sigue subiendo, aparecen un montón de oferentes y ahí gana el país que es más eficiente. Si a nuestro sector agropecuario se lo castiga con impuestos y se lo desalienta en cuanto a las inversiones, podremos aprovechar mucho menos que otros países que también tienen la misma oportunidad. Nosotros estamos gravando exageradamente a los sectores en los que habría que hacer inversiones para aprovechar esos precios altos. Una cosa es cuando el precio de la soja pasa de $ 200 a $ 400 (la tonelada), pero otra cosa es que se mantenga en $ 400 porque también los costos de producción de soja van aumentando y, además, cuando un sector recibe un gran beneficio que era inesperado, todo el mundo empieza a tratar de coparticipar en esos beneficios y se los van eliminando: puede ocurrir que dejen al sector sin capacidad de inversión.

—Pero el viento favorable para la Argentina se mantendrá.

—Muy probablemente sí. Más tiempo que otras veces.

—Entonces, ¿por qué vaticina el inminente fracaso de este “modelo productivo”?

—Lo que yo vaticino es que va a haber un problema de inflación o la aplicación de una receta monetaria que siempre es recesiva, sobre todo cuando hay mucha inflación reprimida y se decide curarla. Aun con viento de cola internacional, se está gestando un problema inflacionario aquí, dentro de la Argentina.

—¿Cómo evalúa la marcha del gasto público?

—Es preocupante. Hace tres años que vengo diciendo que el aumento del gasto público bien medido es enorme. Porque el gasto público no hay que medirlo por la caja, sino por lo devengado, por el compromiso que se va asumiendo. Cada decisión que el Gobierno toma compromete gastos muy elevados por un período largo de tiempo. Por ejemplo, lo que están haciendo con el sistema jubilatorio, también por el incumplimiento de la movilidad a que obliga la Ley de Solidaridad Previsional: argumentan que no hay movilidad y la ley dice que cuando aumentan los recursos del sistema de previsión social tienen que dar aumentos en las jubilaciones, los recursos han estado aumentado, y a la gente que ganaba mil pesos le han aumentado mucho menos. O los subsidios para mantener bajas las tarifas o el déficit que van a tener los fondos fiduciarios con los que piensan financiar la infraestructura que dejó de construir el sector privado. Tomemos un gasoducto: lo contrata un fondo fiduciario, dicen que lo van financiar con tasas que les van a cobrar a los usuarios, pero no a todos sino a los grandes consumidores; como esas tasas terminan con un costo del gas para los grandes consumidores al doble del precio que tenían en la época de la convertibilidad, la Unión Industrial reclama, entonces le bajan la carga y la diferencia entre lo que le va a tener que pagar al que construye el gasoducto y lo que van a recaudar la va asumir el Estado.

—¿El hecho de que la recaudación del Estado crece mes a mes no resulta una red para el aumento del gasto público?

—Lo que primero preguntaría es si el aumento de la recaudación no es simplemente un reflejo de la inflación: a mí me parece que hay una gran parte del aumento de la recaudación que se da porque la inflación es más alta de lo que dicen los índices.

—¿Cuál fue para usted la inflación real de 2006?

—Tomaría la recaudación impositiva y le restaría la tasa de crecimiento real de la economía, ahí tiene la mejor estimación.

—¿O sea?

—Entre 15% y 20%.

¿Un poco de inflación ayuda al crecimiento y sólo a partir de un límite produce lo opuesto?

—La inflación, en general, desmejora el crecimiento. Puede ayudar en un determinado momento a una reactivación de la economía, pero tiene que ser una especie de inflación correctiva de un proceso de deflación anterior, pero no una que se descontrola.

—¿Un poco de intervención del Estado en la economía ayuda al crecimiento y sólo a partir de un límite produce lo opuesto?

—Depende de la intervención del Estado. El Estado tiene que intervenir para fijar las reglas de juego porque una economía sin reglas de juego es caótica. Tiene que haber protección a los derechos de propiedad y haber políticas que la gente pueda entender y predecir en el futuro. Los únicos subsidios que se justifican son los subsidios para resolver problemas de extrema pobreza. Ahora, los subsidios masivos, los que benefician a empresas o a consumidores de cualquier nivel de ingresos son una forma de gasto público ineficiente y regresivo. La intervención del Estado discrecional, al ser impredecible, sólo asusta y paraliza las decisiones de inversión, sobre todo las inversiones de mediano y largo plazo.

—¿Qué similitudes tiene el dólar alto de la Argentina actual con el de los ‘tigres asiáticos’, como Corea hace algunas décadas?

—Siempre el cambio es inicialmente alto pero después van aumentando los salarios y los costos. Que signifique pérdida o no de competitividad dependerá de si aumenta o no la productividad. Tal como está planteado en la Argentina, el tipo de cambio real alto va hacer que disminuya la productividad porque tratan de alentar inversiones sustitutivas de importaciones mientras gravan a los sectores de la exportación, lo que llevará a que se desarrollen sectores más ineficientes y de más baja productividad. Además, cuando un país tiene inflación, todo el sistema empieza a funcionar muy mal, sobre todo el sistema de precios, que es el que asigna los recursos. Y las inversiones que se hacen en un país con inflación son inversiones para un recupero muy rápido.

—¿El dólar alto produce inflación?

—La promesa de mantener un dólar siempre alto aunque la realidad exija que baje es lo que genera la inflación porque es el Gobierno quien preanuncia que va a devaluar permanentemente.

—¿Cómo se mejora la distribución del ingreso?

—Colocando los impuestos, la estructura del gasto público y la gestión gubernamental focalizada en cuestiones clave como educación, salud, seguridad. Esos son los instrumentos clave. Si se utilizan el tipo de cambio o los salarios por decreto o impuestos distorsivos como las retenciones, se hace que funcione mal el diseño de la capacidad productiva y la eficiencia de la inversión. Así se termina quitándole a todos y cuando se les quita a todos, se les quita proporcionalmente más a los pobres. El problema de Kirchner y cualquiera que siga con esta forma de economía, es que han vuelto a transformar el tipo de cambio, salarios, precios e impuestos distorsivos en herramientas de redistribución. Para colmo, a principios de 2002, lo utilizaron para provocar una redistribución regresiva, y hay mucha gente diciendo: “Señores, reparen aquello y utilícenlo para beneficio de los pobres”, con lo cual el grado de exigencia y reclamo social va a ser muy fuerte y muy justificado, porque previamente se utilizaron esos instrumentos en contra de los pobres y trabajadores. Mientras se enredan en estas confrontaciones, descuidan la eficiencia en la educación y la salud. También, al no recurrir a la baja de impuestos al trabajo, claramente perjudican a los trabajadores y a los asalariados, porque lo que los empresarios tienen que pagar como impuesto al trabajo se transforma en menor salario de bolsillo aunque figuren pagándolo los empresarios.

—Dada la preocupación de Kirchner por “la caja” y no sólo el déficit cero sino ya el superávit, ¿ha sido él más cavallista que usted mismo?

—No. Lo importante no es cómo se maneja la caja sino el presupuesto, y no sólo los presentes sino los futuros. Siempre tuve en mente un control del gasto público y del déficit fiscal pero no como una medida para un trimestre sino como un sistema permanente. Kirchner está en las antípodas mías porque él está sentado sobre la caja del día a día, como el “Tío Patilludo”, contando cuántos dólares tiene en el Banco Central o cuánta plata ha dejado de gastar y cuánto ha recaudado, pero no les presta atención a los efectos de mediano y largo plazo.

—¿Hizo bien Kirchner en pagarle anticipadamente al Fondo?

—Fue una decisión absurda, porque él dice que le pagó para salir de los condicionamientos del Fondo pero sobrecumplió cualquier condicionamiento del Fondo con superávits primarios altísimos. En lugar de pagarle al Fondo, debió haberles dado solución a todos los reclamos justificados sobre el gobierno argentino empezando por los jubilados.

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Para leer el articulo completo, haga click en el siguiente link:
http://www.diarioperfil.com.ar/edimp/0173/articulo.php?art=775&ed=0173

domingo, 8 de abril de 2007

La confesión de Lavagna

“CAVALLO ESTA BUSCANDO TRABAJO CON KIRCHNER”

Así titula Perfil una parte del reportaje que le hizo a Roberto Lavagna, y que publica en su edición de hoy.

La lectura atenta de las respuestas que Lavagna le da a las inteligentes preguntas del periodista revelan errores conceptuales e incapacidad para contra-argumentar, todo lo cual refuerza las predicciones que hice en mis seis notas de algunas semanas atrás.

Antes de leer mis comentarios, recomiendo a mis lectores la lectura del mencionado reportaje, cuyas partes relevantes reproduzco a continuación:

Periodista: le leeré tres párrafos del último artículo de Cavallo en www.cavallo.com.ar y sobre cada uno de ellos le pido su opinión. El primero dice: “Los colchones ofrecidos por la fuerte inversión modernizadora de los 90, la paciencia de los trabajadores y jubilados postergados, y el viento de cola de la bonanza internacional ya han comenzado a atenuarse en algunos casos y a agotarse en otros y difícilmente ayuden por muchos años más”.

—Lavagna: la tasa de inversión hasta 2005 medida en proporción al producto bruto del precio corriente, que es como se debe medir, es más alta que en el mejor año de la década del ’90. Dicho sea de paso, el mejor año fue un año en el cual este señor no era ministro. En cuanto a la paciencia, la gente la tuvo antes, dieciocho récords de híperdesempleo en la Argentina. Nunca habíamos tenido híperdesempleo. De la bonanza internacional, que mire el mapa y vea qué cerca de Argentina hay un país más grande, Brasil, y que tiene más bonanza internacional que Argentina porque además de granos o de soja exportan minerales, cosa que Argentina no hace. Y los minerales subieron más que los granos y, sin embargo, ha crecido en promedio 2% en los últimos años.

Periodista: el segundo dice: “En el caso de Lavagna, como principal ideólogo del ‘Modelo Productivo’, (de ser presidente) no tendrá otra alternativa que ser consecuente con su promesa de mantener el tipo de cambio real alto y, por consiguiente, luego de permitir todos los aumentos de tarifas, precios, salarios, jubilaciones y gastos necesarios para remover los desequilibrios entre oferta y demanda causantes de las crisis, se verá obligado a devaluar el peso en la misma proporción en que aumente la inflación. El resultado será una espiralización de la inflación que, en pocos años, retrotraerá la realidad del país a la década de los 80, con inflación persistente y esporádicos episodios de estanflación y, si no se abandona antes la política de tipo de cambio real alto, hasta de hiperinflación”.

—Lavagna: Si está buscando el conchabo con Kirchner, esa parte la va a tener que corregir. A Kirchner no le va a gustar que diga que yo soy el ideólogo del ‘Modelo Productivo’. A los políticos, o a la gente que actúa en política, y a la prensa yo les digo siempre: “No le crean a nadie, incluyéndome a mí”. Lo que tienen que hacer es preguntarse cuál es la trayectoria debida y cuál es la trayectoria de gestión, quién fue un fracaso y quién hizo las cosas bien.

Periodista: el tercero dice: “Kirchner no podrá evitar los aumentos de tarifas, precios, salarios, jubilaciones y gastos necesarios para remover las causas de las crisis, pero por su testarudez tratará de demorarlos tanto como le sea posible. Me atrevo a predecir que Kirchner no convalidará con una devaluación el impacto inflacionario de todos estos reajustes. Es decir, antes de correr el riesgo de espiralizar la inflación, abandonará la lógica del ‘Modelo Productivo’ y su tipo de cambio real alto”.

—Lavagna: Cavallo está diciendo: cuando eso ocurra, llámeme que yo hago otra nueva convertibilidad. Y alguien en años venideros tendrá que hacerse cargo del nuevo derrumbe de la convertibilidad.

Periodista: ¿Usted cree, como pronostica Cavallo, que Kirchner se va a volver más ortodoxo después de las elecciones?

—Lavagna: No, eso es lo que Cavallo quiere. El se está ofreciendo. Está buscando trabajo. Como ya dije (ver texto principal) la izquierda folklórica y populista termina abriéndole la puerta a la derecha. Ha ocurrido permanentemente así. Y la derecha, que ya olfatea deterioro económico, se prepara y se ofrece: “Acá estamos”.


El argumento que hace Lavagna sobre la supuestamente mayor inversión actual que en la década del 90, es falso. Primero, no es cierto que lo correcto sea medir la tasa de inversión a precios corrientes y no a precios constantes. Después de una devaluación que encarece los bienes de capital, una mayor tasa de inversión a precios corrientes no necesariamente refleja un aumento en la tasa de ampliación de la capacidad productiva. Esto lo descubrió hace mas de 40 años Carlos Diaz Alejandro, cuando estudiando precisamente la historia económica de la Argentina, encontró que los bienes de capital se valuaban a precios relativos mucho mas altos en nuestro país que en el resto del mundo, y esto creaba la ilusión de aumentos en la capacidad productiva que no eran reales.

Pero, más allá de las disquisiciones técnicas, es evidente que la capacidad productiva de la Argentina actual se origina preponderantemente en las inversiones de la década del 90. Desde 2001 no ha habido inversiones significativas en Energía y Transporte e incluso en rubros manufactureros como el automovilístico, las nuevas fábricas de automóviles se instalaron en aquella década. La fuerte inversión en construcciones de lujo que se registran desde la crisis de 2002, no amplían la capacidad productiva del país. Esto, para señalar sólo algunos ejemplos y ayudar a interpretar mi argumento desde el sentido común, algo que Lavagna no parece estar en condiciones de hacer.

Con respecto a las consideraciones peyorativas respecto del Brasil, Lavagna también se equivoca. Las exportaciones de Brasil desde 2001 aumentaron mucho más que las Argentinas, en contraste con la experiencia de los 90, cuando el crecimiento de las exportaciones de Argentina superaron ampliamente a las del país hermano. Y si el consumo de Brasil creció menos que el de Argentina, es simplemente porque en aquel país no aplicaron políticas devastadoras del ingreso familiar como la pesificación combinada con fuerte devaluación que provocaron en 2002 el colapso del consumo en nuestro país.

Además Brasil ha seguido disminuyendo la inflación y es receptor de inversiones externas que han dejado de pensar en la Argentina. Mientras en Argentina, que siempre tuvo gas y petróleo, avanzamos hacia una crisis energética, ellos, que eran deficitarios en hidrocarburos, están avanzando rápidamente hacia el autoabastecimiento de combustibles fósiles y se han transformado en líderes no sólo para la producción de etanol de Caña de Azúcar, sino que se perfilan como líderes tecnológicos a escala global en materia de biocombustibles

La equivocada apreciación de Lavagna sobre Brasil también aparece en otra parte del reportaje a Lavagna, que es oportuno reproducir ahora:

-Periodista: ¿Usted dice que Brasil, hasta antes de Fernando Enrique Cardoso, tuvo un modelo más parecido al de los tigres asiáticos, y por lo tanto al suyo?

-Lavagna: Sin duda.

-Periodista: ¿Y que Cardoso y Lula se hicieron”cavallistas”?

-Lavagna: Si, y así les va a ir.

Para Lavagna, el Plan Real y su continuidad con tipo de cambio flotante no tuvieron ningún mérito, como según él no tuvo ningún mérito la convertibilidad en Argentina. Esta actitud deja en claro que para Lavagna la economía brasilera anterior al Plan Real, lo mismo que la economía argentina de los 80, son el modelo que debería haberse seguido. Esta es la mejor demostración que estoy en lo cierto cuando sostengo que una presidencia de Lavagna nos llevaría directamente a la estanflación e incluso a la hiperinflación, como en Brasil antes del Plan Real y en Argentina antes del Plan de Convertibilidad.

A confesión de parte, relevo de prueba…

jueves, 5 de abril de 2007

Una Propuesta Inteligente

Es de un joven Argentino. He podido conocerla gracias a los intercambios de mensajes generados por mi blog. La comparto en un 100 % y me recuerda el tipo de propuestas que yo solía hacer, desde el IERAL de la Fundacion Mediterránea, durante la decada de los 80's.

Recomiendo a los lectores de mi blog y a los políticos interesados en solucionar los problemas económicos de la Argentina, prestarle atención. Vale la pena imprimir el contenido del articulo y leerlo sobre base papel, porque tiene 15 páginas.

El autor es Nicolás Magud, un joven argentino, profesor asistente en la Universidad de Oregon. El artículo a que me refiero esta en su sitio al que pueden acceder haciendo click en "http://www.uoregon.edu/~magud/Redistribucion.pdf".

Es particularmente valioso su análisis sobre las redistribuciones de ingreso y riqueza presentes y futuras a que da lugar el actual modelo "Productivo" de tipo de cambio real alto. Al que mas le convendria leer este tipo de aportes es al gobierno de Kirchner para desintoxicarse de su Lavagnismo.

lunes, 2 de abril de 2007

Una alternativa electoral, difícil pero no imposible

Ultima nota de seis

A esta altura, el lector habrá entendido porqué sostuve, en un artículo anterior, que elegir a Lavagna en reemplazo de Kirchner era como salir de la sartén para caer en el fuego. ¿Pero debemos resignarnos a esta sola opción? ¿Es imposible construir otra alternativa que tenga chances de ganar la elección presidencial de 2007?

En mi opinión, es difícil pero no imposible. Pero para imaginar una alternativa superadora a Kirchner hay que olvidar por un momento la discusión económica y poner el foco en los temas de seguridad, transparencia y espíritu republicano.

Desde mucho antes del Golpe Institucional de 2001, los argentinos sufrimos un problema creciente de inseguridad física, pero este fenómeno se ha agravado desde que los gobiernos, tanto el de Duhalde como el de Kirchner, por temor a ser acusados de represores o mano dura y por ceder a la filosofía “garantista” de muchos jueces, muy preocupados por no violar los derechos de defensa a los delincuentes, han dejado de priorizar la defensa de los derechos a una vida segura de millones de ciudadanos argentinos, especialmente de aquellos que no pueden contratar seguridad privada.

Además, desde la pesificación combinada con fuerte devaluación de 2002, se agregó una enorme sensación de inseguridad jurídica para los ahorristas, inversores, jubilados con haberes apenas superiores al haber mínimo, empresarios con contratos de concesión y todo tipo de relación contractual con el estado, trabajadores en sectores de servicios no protegidos por sindicatos amigos del gobierno, pequeños y medianos empleadores que han comenzado a sufrir nuevamente la industria del juicio laboral y los trabajadores de la economía informal, que no han encontrado forma de sustraerse de los efectos corrosivos de la inflación, porque ni siquiera tienen la protección de los sindicatos capaces de negociar aumentos de salarios nominales.

Es bien conocido que la inflación, reinstalada desde el abandono de la Convertibilidad, crea un angustiante sentimiento de inseguridad económica para los millones de trabajadores, jubilados y prestadores de servicios por cuenta propia, que saben que los precios suben siempre antes y más rápidos que sus ingresos.

Este terrible sentimiento de creciente inseguridad física, jurídica y económica no alcanzó a ser neutralizado por la disminución de la desocupación, a pesar de la indudable recuperación económica que se vivió desde 2003 en adelante y por eso la opinión pública señala a la inseguridad como el principal problema de la realidad actual.

La pesificación y la devaluación de 2002 reintrodujeron los mecanismos inflacionarios de redistribución, casi siempre regresiva, de los ingresos y de la riqueza. A diferencia de la época de la Convertibilidad, cuando para redistribuir ingresos y riqueza había que discutir en el Congreso Nacional impuestos, subsidios y el nivel y distribución del gasto público desde 2002 en adelante, basta con una fuerte devaluación y la consecuente inflación, para producir brutales reducciones de los salarios y las jubilaciones en términos reales y ajustes fiscales mucho mas extremos que los recomendados por los economistas fiscalmente más conservadores. La transparencia, aún insuficiente, que existía en la época de la Convertibilidad, desapareció por completo, y desde entonces, el grado de arbitrariedad y oscuridad de la intervención del estado en la economía es sólo comparable con la de la década del 80, cuando predominaron la stagflación (recesión con inflación) y la hiperinflación. Todo esto aumenta la sensación generalizada de inseguridad ciudadana.

En el plano político, desde la reinstauración de la democracia en 1983, nunca se vivió un clima de desprecio a las instituciones republicanas y federales tan acentuado como el que se vive en los últimos años. No hay diálogo con la oposición sobre ningún tema, ni siquiera existe diálogo entre los integrantes del mismo gobierno, el Congreso Nacional está pintado, los gobernadores se han resignado a la repartija arbitraria de recursos federales y la Justicia busca sin disimulo los sentimientos y pensamientos del Presidente, como criterio para discernir como debe pronunciarse sobre cuestiones fundamentales de la vida en sociedad.

Ante un panorama tan desolador en materia de inseguridad, transparencia y espíritu republicano, quien aspire a liderar una propuesta opositora con chances de ganar la Presidencia y luego poder gobernar con éxito, no se tiene que enredar en la discusión de temas puntuales de la economía. En esta materia tiene sólo que mostrar que cuenta con numerosos economistas capaces de analizar los problemas y resolverlos. Para enredarse con Kirchner sobre temas económicos hay que dejarlo a Lavagna para que con el apoyo de Alfonsín y algunos radicales le enrostre los supuestos desvíos en la ejecución del “Modelo Productivo” con tipo de cambio real alto.

La única bandera económica que un dirigente que aspire a liderar a la oposición debe levantar es la de la lucha contra la inflación y de todas las injusticias sociales que la misma acarrea. Ya hay muchas evidencias de esas injusticias y las habrá cada vez más elocuentes y aberrantes a medida que pase el tiempo, sobretodo si Lavagna lograra ganarle a Kirchner la elección del 2007. Pero las banderas que pueden ser la carta ganadora de un verdadero líder opositor son las de la lucha por la seguridad, la transparencia y la República. No como conceptos abstractos, sino como problemas que llenan de angustia a millones de familias argentinas.

Si yo no sufriera el acoso de la “justicia” antes “Menemista” y ahora “Kichnerista” y si no estuviera en la bancarrota en la que me han sumido anteriores campañas electorales, yo me lanzaría a ofrecer ese liderazgo desde Acción por la República. Pero no podré hacerlo en 2007.

Ojalá haya dirigentes con coraje y con recursos que puedan transformarse, sin demoras, en una alternativa verdaderamente superadora de Kirchner. Alternativa que, con aquellas banderas de la lucha contra la inflación, la inseguridad, la transparencia y la República, tiene chances de imponerse en la elección del 2007, y, si no lo logra, seguramente resultará triunfante en el 2011, como colofón de un gobierno de Kirchner, que con cuatro años más terminará como mínimo empantanado en el barro stagflacionario, o, Dios nos libre, de un gobierno de Lavagna quemado en la hoguera de la hiperinflación.